Cuando el sol brilla en el paseo del Achensee, el lago cobra vida. Las familias pasean junto al agua, los excursionistas regresan de las montañas y los turistas se detienen a tomar un dulce descanso. Desde detrás del mostrador de Der Süße Stopp, Tengo un asiento en primera fila para estos pequeños momentos de la vida.
Lo que veo cada día es algo más que cucuruchos y copas. Es un padre enseñando a su hijo a lamer el helado antes de que se derrita. Es una pareja que comparte un cucurucho y se ríe cuando les gotea en las manos. Son los clientes que vuelven verano tras verano, recordando no sólo el helado, sino la sensación que tuvieron la primera vez que estuvieron aquí.
Estas escenas me recuerdan por qué hago este trabajo. Dirigir una tienda no siempre es fácil: hay días largos, entregas pesadas y máquinas que necesitan atención. Pero cuando miro y veo la sonrisa de un niño o escucho a un cliente decir: “Esta es la mejor parada de nuestro viaje”, sé que merece la pena.
El helado se derrite rápidamente, pero el recuerdo de ese sabor y ese momento perdura. Eso es lo que Der Süße Stopp se trata realmente.
